Juliano Mazzuchini Brazil, 1981

Desde muy joven, Mazzuchini comprendió su propio cuerpo como parte activa de acciones sagradas, de construcciones rituales donde cada pieza, fragmento, color y acción ,actúan entrelazadas conduciendo hacia un resultado trascendente.

Este enfoque en la construcción visual como medio de ritualizar lo cotidiano será el motor durante su trayectoria como artista plástico,  heredero de una conciencia de lo corpóreo traducido en pintura.

Su experiencia como artista teatral confiere a la obra de Mazzuchini la inevitable atmósfera dramática que caracteriza el arte escénico.  Muchas veces sin siquiera necesitar contar una historia, somos capaces de sentir la tensión contenida en la instantánea.

El artista ordena visualmente sus escenas tal y cómo el lente de un director de fotografía, a través de fragmentos de emoción aguda, quizás en el clímax de la escena o justo en el momento clave para desentrañar la trama. A través de una paleta de colores deliberadamente barroca , el artista promete conducirnos a un trance, sin necesidad de rostros acabados, ni profusión de elementos, simplemente utilizando la pintura en bloques gestuales y ráfagas que nos hablan de la impermanencia, de lo efímero y de una dimensión viva entre la materia y lo invisible. Juliano Mazzuchini logra reunir categorías pictóricas sin aterrizar en ninguna, más bien otorgando un tinte cinematográfico a su pincel al dotarlo de encuadres más que composiciones, de iluminación más que de luz.

 

Mi proceso pictórico se encuentra con la fotografía [...] En el período de la pandemia comencé a construir imágenes que llamo “prepintadas” , al fotografiar mi propio cuerpo, prestándome a la construcción de la escena y el gesto que pintaría. […] Este procedimiento se convierte así en una constante en mi proceso; crea una conexión entre mi experiencia previa en la performance y la producción en las artes visuales, constituyendo una performance para mis pinturas, como un actor-pintor en el parateatro”.

 

Juliano Mazuchini nace en 1981 en una pequeña ciudad del interior de Sao Paulo llamada Jacareí. Creció en una familia de metalúrgicos donde no existían intereses artísticos, su infancia fue marcada por las visitas a retiros  y celebraciones de grupos religiosos afrodescendientes, acompañado de su madre quién es una persona muy creyente en Dios y en la espiritualidad. De esta manera nació un creciente interés en las dimensiones de lo misterioso y ritual.

Durante su infancia y adolescencia se familiariza con muchas religiones,  llegando incluso  a vivir algunos meses en un monasterio católico.

Al salir de esta experiencia monástica,  realizó estudios de teatro entre 2004 y 2007.  Se convierte así en actor, con predilección por el teatro épico.

Luego de diez años dedicado principalmente al teatro, sus inquietudes  artísticas se centraron en el campo de las artes visuales, la pintura y el arte figurativo.

 

“En 2017 empecé a pintar y pasé a dedicarme a las artes visuales, trayendo lo de mis experiencias religiosas y el teatro”

 

La investigación artística le permite realizar exposiciones individuales en Brasil y Argentina,  país donde reside actualmente.

 

Su formación teatral y su cambio de rumbo hacia las artes visuales se presentan como los primeros indicios de una interdisciplinariedad propia de su producción artística. Ricas en citas del pasado, las creaciones de Mazzuchini se inspiran -según admite el propio pintor- en artistas del siglo XVII, como Rembrandt y Velázquez, sin desligarse, sin embargo, de referencias más contemporáneas.