Parte 1
Inmersos en una sobrepoblación de tags e ingenuos rayados descoloridos que nos dejó el paso del graffiti desde la década de los ochenta hasta fines de los noventa, comenzó en el nuevo siglo, - junto al desembarco de la era digital -, una cascada de nuevos aires en el Street Art latinoamericano, el que rescataría significativamente elementos propios de la plástica en los espacios públicos. Esta inmersión hacia una imaginería fresca y repleta de signos sincretistas de estos nuevos tiempos, es muy probablemente ,una de las manifestaciones que mayor impacto ha causado en las retinas de múltiples generaciones, dando paso a un movimiento neo-muralista que, aunque recoge parte del legado de sus conocidos antecesores, tiene sus propios códigos estéticos e imaginarios.
Sobre todo, causa recogimiento la actitud espontánea de apropiación de los entornos urbanos y rurales que este movimiento ostenta, con complicidad auténtica ante la cultura de los habitantes, sus oficios, su historia, su raza, ancestros y creencias religiosas. Podríamos decir que los nuevos exponentes del muralismo ya no proponen grandilocuentes ideologías sociales ni políticas, sino que rescatan el alma herida de pueblos silenciados y les brindan espacios monumentales para que existan ante la mirada de un colectivo en medio de su inercia.
Otra de sus propuestas es retomar una identidad urbana perdida quizás por la invasión televisiva y cinematográfica estadounidense de fines de los ochenta, que provocó esta suerte de disonancia cognitiva entre los habitantes de América Latina, acerca de “cómo debían verse nuestras ciudades”, versus cómo lucían realmente nuestros entornos céntricos y marginales, siempre teñidos de precariedad y huellas indelebles de nuestra cultura mestiza.
Resulta profundamente interesante contemplar la evolución de algunos de nuestros talentosos exponentes primero como grafiteros actuando en clandestinidad, con materiales de poca calidad y que poco a poco fueron transformando su destreza natural hasta alcanzar alturas evidentes en sus recursos artísticos, adentrándose en producciones monumentales, donde el sentido primigenio de sus intervenciones en el muro sigue intacta , alzándose con mayor poder.
Existe en todos ellos un orgullo indisoluble por nuestra manera de relacionarnos con “el todo”, por la sabiduría rica y profunda de los ancestros, por la corriente subterránea de misticismo que estas nuevas generaciones hacen suyas sin reparos.
“El muralismo es un arte que resignifica lugares y cosas que están olvidadas y que son muy banales, pero en el muro cobran un aura de importancia”
Francisco Maturana